El muchacho se
llamaba Santiago. Empezaba a oscurecer cuando llegó con su rebaño ante una
vieja iglesia abandonada. El techo se había hundido hacía ya mucho tiempo y un
enorme sicomoro había crecido en el lugar que antes albergaba la sacristía.
La Sierra de Tejeda |
Pero el viento volvió
a soplar. Era el Levante, el viento que venía de África. No traía el olor del
desierto, ni la amenaza de la invasión de los Moros. Por el contrario, traía un
perfume que él conocía bien, y el sonido de un beso que veía llegar despacio,
despacio, hasta que se posó en sus labios. El muchacho sonrió. Era la primera
vez que ella hacía aquello. – Ya voy, Fátima – dijo el muchacho.
Sierra Nevada |
Extraído del libro: “El Alquimista”
Escrito por Paulo
Coelho.
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