PISTAS Y BARRO

El discurrir de la marcha se hace ameno cuando en el recorrido nos encontramos paisajes inolvidables. Caminos infinitos con trazados preciosos en donde el tiempo se detiene y el avance sobre ellos se convierte en la mejor de las carreras.

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viernes, 4 de enero de 2013

Le haré una oferta que no podrá rechazar


Hagen y Johnny sonrieron ante la delicada alusión. Ahora le tocaba a Johnny hablar con condescendiente paciencia.
– Mi voz es débil. Canto una o dos canciones, y luego ya no puedo cantar en varias horas o incluso días. Ni siquiera resisto los ensayos o la repetición de escenas en las que debo cantar. Mi voz es débil, está enferma.
– Eso es cosa de mujeres. ¡Que tu voz está enferma...! Ahora cuéntame tus problemas con ese “pezzonovante” de Hollywood, ese pez gordo que no te deja trabajar –dijo el Don, que había entrado ya decididamente en el terreno de los negocios importantes.

Don Corleone "El Padrino"

– Es más fuerte que uno de sus “pezzonovanti” –afirmó Johnny–. Es el dueño del estudio y consejero del presidente de Estados Unidos en asuntos de propaganda cinematográfica para la guerra. Hace un mes adquirió los derechos de la novela más vendida del año, cuyo protagonista es un personaje muy parecido a mí. Ni siquiera tendría que actuar, sino limitarme a ser yo mismo.

"Es más fuerte que uno de sus “pezzonovanti” –afirmó Johnny–"

Tampoco tendría que cantar. Incluso podría ganar un Oscar. Todo el mundo sabe que ese papel me va como anillo al dedo. Volvería a ser grande, esta vez como actor. Pero ese cerdo de Jack Woltz no quiere saber nada de mí. Me ofrecí a hacer el papel por un precio simbólico, y ni así quiso dármelo. Al parecer ha dicho que si yo le besara el trasero en el estudio, delante de todo el mundo, tal vez reconsideraría el asunto.

Don Corleone interrumpió la perorata con un gesto. Entre personas razonables, los problemas de negocios siempre podían solucionarse. Puso la mano en el hombro de su ahijado.

– Estás desanimado, piensas que nadie se preocupa de ti y has adelgazado mucho. Bebes con exceso ¿no? Además, estoy seguro que duermes poco y tomas pastillas –mientras hablaba movía la cabeza en un reiterado movimiento de desaprobación–. Ahora quiero que sigas mis órdenes –prosiguió el Don–. Quiero que permanezcas en mi casa durante un mes. Quiero que comas bien, que descanses, que duermas. Quiero que seas mi compañero; me gusta tu compañía, y quizás incluso aprendas algo del mundo en el que se mueve tu padrino.
Además, incluso es posible que lo que aprendas te sirva para moverte mejor en el gran Hollywood. Pero nada de cantar, y mucho menos de alcohol o de mujeres. Después podrás regresar a Hollywood, y ese pezzonovante te dará el papel que tanto deseas. ¿Hecho?

Don Corleone y Johnny Fontane

Johnny Fontane no podía creer que el Don tuviera tanto poder. Pero su padrino era un hombre que nunca había fallado: si decía que una cosa podía hacerse, se hacía. No obstante, se atrevió a plantear una objeción.
– Este tipo es amigo personal de J. Edgar Hoover. Me parece que ni siquiera usted podrá levantarle la voz.
– Es un hombre de negocios –replicó el Don, suavemente–. Le haré una oferta que no podrá rechazar.
– Es demasiado tarde –se lamentó Johnny–. Ya han firmado todos los contratos. Además, empezarán a rodar dentro de una semana. Es absolutamente imposible.
Don Corleone, con suma paciencia, despidió a Johnny.

– Regresa a la fiesta, muchacho. Tus amigos te están esperando. Déjalo todo en mis manos.
Hagen estaba sentado en la mesa del despacho, tomando notas. El Don exhaló un suspiro y preguntó si había alguna cosa más.

El Padrino

Extraido del libro: "El Padrino", eescrito por Mario Puzo