El tono de su piel, con sus suaves reflejos azulados, y el
de su cabello, la lentitud de sus movimientos y su carácter silencioso,
evocaban a un habitante del agua. Tenía algo de pez y si hubiera tenido una
cola escamada habría sido claramente una sirena, pero sus dos piernas la
colocaban en un límite impreciso entre la criatura humana y el ser mitológico.
- El narrador habla de Rosa, hermana
mayor de Clara y prometida de Esteban Trueba -
La despreocupada e impúdica sensualidad de Clara tampoco le
bastaba (a Esteban Trueba). Deseaba mucho más que su cuerpo, quería apoderarse
de esa materia imprecisa y luminosa que había en su interior y que se le
escapaba aun en los momentos en que ella parecía agonizar de placer. - En la luna de miel de Clara y Esteban -
“...Pero Trueba no
quería oír hablar de vender. “La tierra es lo único que queda cuando todo lo
demás se acaba” repetía igual que lo hacía cuando tenía veinticinco años y lo
presionaban su madre y su hermana por la misma razón...”
“...y el deseo me
volvió con la fuerza de otros tiempos y sin dejar de acariciarla y besarla fui
quitándole la ropa a tirones, con desesperación, comprobando feliz la firmeza
de mi masculinidad, al tiempo que me hundía en el animal tibio y misericordioso
que se me ofrecía, arrullado por la voz de pájaro ronco, enlazado por los brazos
de la diosa, zarandeado por la fuerza de esas caderas, hasta perder la noción
de las cosas y estallar en gozo...”
Extraído de “La
Casa de los Espíritus”
escrito por Isabel Allende.
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