PISTAS Y BARRO

El discurrir de la marcha se hace ameno cuando en el recorrido nos encontramos paisajes inolvidables. Caminos infinitos con trazados preciosos en donde el tiempo se detiene y el avance sobre ellos se convierte en la mejor de las carreras.

miércoles, 11 de enero de 2012

Una llamada en la noche

El comisario John Bielefeld se sobresaltó al oír su teléfono móvil. Lo vio brillar en la oscuridad, y cuando logró encontrar el interruptor de la luz comprendió que no estaba en su cama, sino en algún hotel. En España. En la ciudad de Antigua. Mientras respondía con voz somnolienta, le asaltaron las ráfagas del viaje desde Nueva York. Todavía se sobresaltó más al reconocer a su interlocutor, el arzobispo Luigi Presti. Inconfundible, con sus silbantes eses arrastrándose entre dientes:
—Disculpe por despertarle tan temprano, señor Bielefeld, pero tiene que venir enseguida.
El comisario se apretó las sienes con la mano izquierda y recorrió las profundas arrugas de su frente, intentando reaccionar. Una llamada de Presti sólo podía significar problemas graves. Recibía el eufemístico tratamiento oficial de nuncio apostolico con incarichi speciali. Pero todo el mundo lo conocía como «el espía del Papa». El jefe de la policía secreta del Vaticano.
—¿Qué sucede? —acertó a articular.
—Escuche.
Apretó el teléfono contra el pabellón de la oreja, intentando discernir aquellos sonidos que le llegaban en oleadas de interferencias. Y tan escalofriantes que parecían proceder de una terrible agonía.
—¡Dios mío! ¿Desde dónde me llama, monseñor?
—Desde la Plaza Mayor.
—¿Qué es lo que está pasando? ¿De dónde salen esos ruidos?
—De la propia plaza.
—Está bien —aceptó resignado—. Voy para allá.
—Espere un momento. Necesito que me haga un favor. Pase antes por el convento de los Milagros y recoja a Sara Toledano. No venga sin ella.
Así que ése era el verdadero objeto de la llamada. Más problemas. El arzobispo interpretó su silencio como una reticencia. Y añadió con aquel deje de violencia contenida, tan suyo:
—¿Pero es que no se da cuenta, comisario? Está sucediendo exactamente lo que Sara predijo, lo que anda investigando en ese proceso inquisitorial del archivo del convento. ¿Cómo se llama ese individuo del siglo xvi…?
—Raimundo Randa… De acuerdo. Pasaré por el convento, la recogeré, y nos reuniremos con usted en la Plaza Mayor.
—No tarden.
El comisario John Bielefeld miró el reloj mientras trataba de espabilarse. Eran las cinco y media de la madrugada. Le bastó una breve ducha para reconciliarse con su corpulenta envergadura. A medida que se aproximaba al espejo y se despejaba el vaho, éste le devolvió su rostro de rotundos trazos, nariz aplastada de boxeador, la piel curtida y terrosa, los azules ojos mal dormidos al fondo de unas amplias bolsas. Suspiró, preguntándose qué hacía él tan lejos de casa y tan cerca de un nuevo embrollo. Recogió sus acreditaciones y salió al pasillo. Mientras esperaba el ascensor se lo pensó mejor, regresó a la habitación, abrió el armario y pulsó la combinación de la pequeña caja fuerte. Apartó los tres sobres numerados que había en su interior, con el nombre de cada destinatario escrito con la picuda e inconfundible letra de Sara Toledano. Y cogió la pistola.
«Tal como vienen las cosas —pensó—, más vale andarse con cuidado».
Cuando salió al vestíbulo del hotel, todo parecía tranquilo. Apretó el paso para no dar explicaciones al agente español que servía de enlace con la delegación americana. Una vez en el patio, rechazó también el concurso del chófer de guardia, que esperaba con un reluciente Mercedes negro. Le pidió las llaves y se dispuso a conducirlo él mismo.

Extraído del libro: "La Llave Maestra"
Autor: Agustín Sánchez Vidal

1 comentario:

  1. “La llave maestra”, susurra Felipe II en su lecho de muerte, aferrándose a un fragmento de pergamino cubierto de misteriosas inscripciones. El pergamino esconde un secreto que se remonta al origen de los tiempos, y el fragmento ha sido descubierto por Raimundo Randa, un singular agente de la temible red de espías del rey. Pero sólo es uno de los doce que componen el mensaje completo. ¿Quién posee los otros once? ¿Qué enigma encierran esos signos incomprensibles? Randa intentará responder a tales preguntas, en una apasionante odisea entre cristianos, judíos y musulmanes.

    Cinco siglos después, el inquietante pergamino vuelve a estar en el centro de la historia del mundo. Quien se enfrenta ahora al misterio es un joven criptógrafo, David Calderón, experto en lenguas y claves. El reto desborda todo lo previsible, pues ha de vérselas con un código sin precedentes. Y también él tendrá que desafiar los poderosos intereses de quienes se oponen a que la llave maestra gire, finalmente, en su cerradura, y nos entregue su secreto: la herencia de Babel, el lenguaje del que procede el Universo.

    La llave maestra es una novela fascinante en la que Agustín Sánchez Vidal, con gran habilidad narrativa, funde su formidable conocimiento de la historia y las más avanzadas teorías de la información: las que nos hablan de un código único y universal a partir del cual se origina el Todo. Una novela que marcará época en la forma de abordar la ciencia y la historia desde la ficción.

    http://www.sumadeletras.com/es/libro/la-llave-maestra/

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