Palabras que, a todas luces, contrastaban con la expresión de sus ojos.
Y estos, de pronto, aparecieron a
todos los presentes como los mas inquietantes que jamas sintieran sobre sí.
Pues, aunque transparentes como la mas lúcida piedra marina, eran a la vez
capaces de penetrar hasta los entresijos más íntimos – y tal vez no muy limpios – de todos los íntimos.
Unos ojos de un resplandor tal, que parecían poseer luz
interna y rechazar toda otra luz, del sol, el cielo, la luna o las mismas
estrellas. Y alguno se dijo para si: “tal vez esos ojos, luzcan en la noche,
con toda su pujanza”. Pero no eran ojos nocturnos, ojos de ave o de felino que
en la noche adquieren todo su significado. Eran ojos que, aún en la mas espesa
negrura, acaso, serían capaces de iluminar la tierra, como si la luz jamás
pudiera abandonarles, o ellos mismos fueran parte de la luz.
del sol, el cielo, la luna o las mismas estrellas.
Al llegar la princesa Tontina al reino de Olar.- Extraído del libro:“Olvidado
Rey Gudú” de Ana Mª Matute.
Ana Mª Matute
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